A la Rebelión Civil llama Acción Democrática
La amañada
consulta electoral del 30 de noviembre se tradujo en una rotunda condenación
plebiscitaria de la tiranía del Coronel Pérez Jiménez. No obstante que a
nuestro Partido no se le permitió presentar candidatos, excluyéndose así
arbitrariamente a la organización política que en tres elecciones anteriores había
demostrado que representaba legítimamente a la mayoría popular venezolana; no
obstante la exclusión de algunas fuerzas minoritarias; a pesar de las
dificultades interpuestas por la violencia policial contra los partidos legales
de oposición que participaron en la batalla comicial; y pese a que el gobierno
pensó utilizar la institución del voto obligatorio como un recurso general de
coacción contra los electores, el pueblo resolvió el grave dilema en que se le
colocó, votando contra la tiranía del Coronel Pérez Jiménez. Todos los partidos
políticos, todos los sectores sociales, todos los hombres y mujeres sin
partido, los miembros de la nación entera barrieron en esa contienda las
inmorales insignias del FEI, el maltrecho aparato electoral que la dictadura
había fabricado con los ilícitos recursos de la coacción vejatoria, el soborno
y la corrupción política.
Estos votos
consignados por el pueblo el 30 de noviembre no buscaron el triunfo
exclusivista de ninguna organización política en particular sino el de todas
las fuerzas políticas con raíces verdaderas en la entraña popular. Buscaron la
recuperación de la soberanía nacional y la reconquista de la libertad para
todos los venezolanos. Buscaron la paz y la armonía de la nación, criminalmente
rotas por el absolutismo. Esos votos condenaron severamente el salvaje
predominio despótico de la camarilla militar del Coronel Pérez Jiménez.
Hablaron el justiciero lenguaje de la protesta contra el terror colectivo, a
favor de los miles de víctimas impotentes del mortal campo de concentración de
Guasina, de las torturas físicas y morales, de la prisión y del exilio, del
desempleo, de la arbitraria cesantía impuesta en el trabajo por la
discriminación política, y del ultraje soez de las bandas policiales que a
diario atropellan los hogares y vejan a las familias en todos los rincones del
país. En esas urnas electorales fue consignada la enardecida indignación
general por el asesinato a sangre fría de nuestro inolvidable dirigente Dr.
Leonardo Ruiz Pineda y de otros abnegados combatientes de la resistencia
popular. A esas urnas fue, en resumen, la limpia voz condenatoria de toda la
nación, que repudia en todos los tonos a la minúscula y engreída camarilla de
jefes militares ambiciosos, empecinados en continuar escarneciendo a la
soberanía popular y envileciendo a la República.
Pero la
enfermiza obsesión de mando del Coronel Pérez Jiménez lo ha arrastrado a desoír
jaquetonamente la admonitiva voz de la nación, en un temerario desafío que
habrá de ser decisivo y mortal para la liquidación implacable del despotismo.
Contra la opinión de cerca de dos millones de personas que representan la
plenitud de la conciencia política del país; ignorando desvergonzadamente que
la totalidad de los sectores sociales de la nación lo desprecian y lo detestan,
el Coronel Pérez Jiménez infirió el dos de diciembre corriente un nuevo e
insólito ultraje a la dignidad nacional al pisotear –con las típicas botas del
bárbaro ignorante y vesánico- la ingenua expresión de la soberanía de todo un
pueblo. En un burdo y repulsivo sainete político que ha sido una vergüenza para
todos los venezolanos, los representantes de las fuerzas armadas nacionales
-los personeros de los hombres encargados de custodiar las armas de la
República para la defensa de la soberanía del pueblo- se prestaron
dócilmente para que se consumara un nuevo atentado nacional contra el propio
pueblo. Contando únicamente y exclusivamente con el pregonado respaldo de las
fuerzas armadas, Pérez Jiménez se colocó con impúdico desenfado los arreos de
dictador exclusivo, declarándose Presidente Provisional al mismo tiempo que
ordenaba –también con el alegado respaldo de las fuerzas armadas- que se
destruyeran las actas electorales de los Estados para borrar toda huella del
resonante triunfo popular, y para designar con actas falsificadas, una asamblea
constituyente ficticia, espuria, integrada exclusivamente por sumisos
pordioseros del servilismo nacional, reclutados por el FEI en las más bajas
esferas de la corrupción política implantada por el propio régimen.
Y en
represalia por haber obtenido los partidos de oposición la casi totalidad de
las curules de la Asamblea Constituyente que fue anulada delictuosamente, la
dictadura movilizó de inmediato su siniestra maquinaria policial contra los
partidos URD y Copey, al mismo tiempo que pelotones de las fuerzas armadas eran
preparadas o movilizadas para contener a las masas populares que en Caracas y
otros lugares del país, especialmente en las zonas petroleras, demostraban su
aireada protesta por la brutal manera como se arrebataba, una vez más, al
pueblo el limpio triunfo de su soberanía. Los locales de Unión Republicana
Democrática –partido que obtuvo la crecida proporción de 67 de los 103
representantes a la Constituyente- fueron saqueados y clausurados por las
gangsterianas bandas de la Seguridad Nacional. Algunos dirigentes nacionales y
decenas de líderes regionales de ambos partidos fueron detenidos junto con
nuevos centenares de militantes de Acción Democrática y de otras organizaciones
populares. Y entretanto, los equipos directivos nacionales de ambos partidos
legales de oposición empezaron a ser sometidos a la grosera presión directa del
Coronel Pérez Jiménez, quien, amenazándolos con represalias del Ejército, ha
pretendido que ambas organizaciones claudiquen ignominiosamente concurriendo
–con las míseras minorías que les asignaron caprichosamente en el fraude
insólito- a la grotesca caricatura de parlamento constituyente que el gobierno
pretende instalar el próximo enero con una indecente y falsa mayoría del FEI. Y
para garantizarse la anulación práctica de Unión Republicana Democrática como
partido de mayoría parlamentaria, le fue asignada en el fraude a esta
organización solamente la ridícula minoría de 29 representantes, y casi todos
sus dirigentes nacionales fueron expulsados violenta y aceleradamente del país,
a las pocas horas de haber caído en una inicua celada policiaca, cuando el
delincuente político, reo de la falsificación de las actas electorales, que
ahora ejerce el Ministerio de Relaciones Interiores, los citó “bajo su palabra
de honor” para que concurrieran a una nueva entrevista relacionada con la
rechazada proposición de complicidad en la farsa parlamentaria que se proyecta.
Igualmente
cínica ha sido la maniobra de Pérez Jiménez en los medios castrenses. Algunos
de sus emisarios anunciaron en forma escueta y descarada a la oficialidad
reunida expresamente en los cuarteles, que el gobierno había perdido las
elecciones. Pero agregaron la mentirosa versión de que los partidos políticos
planeaban disolver el ejército y asesinar a las familias de los oficiales, y
que para evitarle este caos a la nación, el Coronel Pérez Jiménez “se
sacrificaba” asumiendo el control absoluto del poder. Otros voceros del
inescrupuloso Coronel, conocedores del franco ambiente de repudio existente en
los cuarteles contra la ola de crímenes políticos del régimen, agregaron
canallescamente una desfigurada explicación sobre el cobarde asesinato de
nuestro inolvidable compañero Dr. Leonardo Ruiz Pineda. Pero no dijeron una
palabra sobre el sadismo criminal con que –desde el día siguiente al del
monstruoso crimen, cuando fuera a reclamar el cadáver de su marido- se ha
mantenido sometida al vejamen de un cruel secuestro en una sórdida celda de la
Cárcel Modelo de Caracas, a su abnegada y afligida esposa, la señora Aurelena
de Ruiz Pineda, ni tampoco informaron por qué ha perseguido la Seguridad
Nacional, con vandálica saña a sus dos inocentes hijitas de cinco y tres años
de edad. Y, no obstante que se habló mendazmente de amenazas contra oficiales y
sus familias, tampoco se explicó por qué fue echado del país en estado
pre-agónico el Teniente Coronel Mario Ricardo Vargas para que en el extranjero
muriera abandonado de todo auxilio del Ministerio de Defensa, ni se dijo por
que se tiene condenada al exilio a inclemente en España a su viuda y a sus
pequeños hijos. Menos aún se dijo una sílaba sobre el repulsivo asesinato del
Teniente Coronel Delgado Chalbaud, ni sobre los constantes vejámenes que los
personeros del régimen han infligido a su viuda para obligarla a guardar
silencio sobre la complicidad de Pérez Jiménez en el crimen o para forzarla a
abandonar el país. Olvidaron asimismo los acusiosos heraldos del déspota
explicar por qué, si este es el salvador de la integridad de las fuerzas
armadas, han echado de sus filas decenas de oficiales y se ha privado a sus
familias de los normales auxilios económicos establecidos en la carrera, y por
qué un importante grupo de mayores, capitanes y tenientes están sometidos a infamante
prisión desde hace más de un año en varias cárceles y penitenciarías del país,
sin que hayan cometido delito alguno ni como oficiales ni como simples
ciudadanos.
En general,
los oficiales no fueron consultados sino “notificados” de este segundo crimen
nacional contra la soberanía popular, como si el ejército fuera un dócil rebaño
de hombres armados, que no tuvieran ni criterio ni sentimientos que tomar en
cuenta. Y en los pocos cuarteles donde se hizo un simulacro de consulta, los
jefes se cuidaron bien de no transmitir “a la superioridad” la verdadera
respuesta de la mayoría de los oficiales, rotundamente contraria al
desconocimiento de la voluntad electoral. Y como la institución armada está
siendo convertida en un bando político personalista, nada se averiguó tampoco
sobre lo que piensa el personal de tropa, que es la mayoría de ese cuerpo. Nada
se indagó sobre lo que sienten esos miles de venezolanos –en su totalidad
hombres del pueblo- que ahora visten provisionalmente uniforme militar pero que
regresarán mañana a sus hogares- a los hogares azotados crónicamente por el
desempleo y el hambre y victimados con harta frecuencia por la Seguridad
Nacional, a reunirse con sus miles de hermanos y demás parientes que el 30 de
noviembre votaron contra la tiranía del jefe del ejército.
Pero los
militares venezolanos saben ya hasta la saciedad que su dignidad de hombres y
su decoro de profesionales de las armas han sido vergonzosamente comprometidos
ante la conciencia nacional y ante la opinión internacional por la desenfrenada
y deshonesta ambición de mando y la insaciable sed de sangre de su jefe
principal. Ya a ningún venezolano con uniforme militar puede quedarle duda
alguna de que Pérez Jiménez no está usando el ejército para defender las
instituciones de la República sino como un agresivo cuerpo de persecución
política contra todos los demás venezolanos de las mas variadas condiciones
sociales y de todas las convicciones políticas. Es difícil que no puedan darse
cabal cuenta de que –además de que debe dolerles el sufrimiento de su propio
pueblo- están sufriendo grave mengua en su valor, su honor y su caballerosidad,
señalados como atributos indispensables de los hombres de armas. Porque escaso
o ningún brillo pueden tener tales atributos cuando la institución armada es
arrastrada al deshonor y la desvergüenza, al obligarla –sin protesta- a
proteger la impunidad de los crímenes políticos de Pérez Jiménez y al dejarse
utilizar para atropellar a un pueblo desarmado, contando exclusivamente con la
desigualdad de la fuerza material. También en los cuarteles está imponiéndose
esta terrible verdad: con excepción de los espias de la Seguridad Nacional y de
la Inteligencia Militar y descontando algunos jefes ambiciosos y corrompidos,
todos los sectores de la nación repudian con la mayor energía la aciaga gestión
tiránica del Coronel Pérez Jiménez. No ha sido por simple casualidad o mero
accidente que han estallado violentos brotes insurreccionales en algunas
guarniciones del país, como ocurrió hace 8nos pocos meses en Boca de Rio y en
Maturín. Pérez Jiménez no obstante que ha hecho hipócrita alarde de la tesis
“institucionalista” y del “apoliticismo” de las fuerzas armadas, ha demostrado
en la práctica que sólo lo mueve un insano exclusivismo personalista y
arbitrario y que sólo lo guían sus intereses políticos antipopulares para
hacer discriminación ante los oficiales a la hora de designarlos en cargos y
posiciones, prefiriendo con frecuencia a los de menores méritos e inadecuada
jerarquía. Y el estado explosivo de los ánimos castrenses es tan evidente, que
el intranquilo e inseguro Coronel se ha visto precisado a ordenar
subrepticiamente la creación de unos cuerpos armados irregulares, bajo el
comando de los espías de la Seguridad Nacional y de la Inteligencia Militar, para
usarlos como tropa de choque contra el ejército. Dos millones de hombres y
mujeres han sido ofendidos groseramente por el obseso dictador al pretender
silenciar de un sablazo el multitudinario grito de libertad de los comicios de
noviembre. Y por vergüenza nacional, por la dignidad de hijos de una Patria que
se ha enorgullecido siempre de la gallardía y valentía de sus hombres, no
nos queda otro camino que declarar un estado de rebelión permanente contra la
dictadura. Será “la rebelión legítima contra sus opresores”, de que nos hablan
los más elevados principios políticos de todos los tiempos y, sobre todo la que
nos enseña el ejemplo glorioso de los más dignos pueblos del mundo. Y a los
militares venezolanos se les presentará un dilema histórico y decisivo: o
ensangrentar las armas que la República les ha confiado para la defensa de la
soberanía asesinando cobardemente a un pueblo inerme, para defender los
crímenes de Pérez Jiménez o sacudirse en cambio la ignominiosa coyunda del
déspota, colocándose valientemente al lado del pueblo, en la posición que les
señalan el decoro y el patriotismo.
La vasta
empresa de la recuperación de la soberanía no corresponde a un solo partido
sino a todos. Y no es deber exclusivo de los partidos sino de todos los hombres
y mujeres de la nación. Porque a todos estás dirigido el reto del absolutismo
al pretender consolidarse instalando una constituyente adulterada y servil,
para que le apruebe el gigantesco despilfarro de los ocho mil millones de
bolívares malbaratados en cuatro años; para que le encubra la siniestra ola de
crímenes políticos, y para que le legalice la proyectada entrega a precio vil
de nuevas concesiones petroleras y del hierro a la insaciable voracidad del
sojuzgador capitalismo extranjero. Contra todos se ensañará ahora el terror
policiaco y de todos los partidos serán los nuevos y numerosos hogares a
quienes afligirá en adelante esta intolerable desgracia nacional.
Todos los
venezolanos, y especialmente los dos millones de personas a quienes se les ha
atropellado miserablemente su voluntad comicial, estamos comprometidos por
dignidad en una histórica cruzada nacional: la demolición del podrido andamiaje
de la dictadura perezjimenista y la formación de un gobierno provisional de
equilibrio político. Un gobierno que tenga objetivos bien definidos:, que
restablezca las libertades públicas, que retire el ejército de su actual plano
de indebido predominio político y lo coloque en su función natural de cuerpo
técnico profesional, y, por último, que encauce a la nación definitivamente
hacia el sosegado ejercicio de su soberanía, de modo que el pueblo pueda elegir
libremente a quienes deban dirigir en firme la transformación
democrático-revolucionaria del
país hasta lograr
plenas y satisfactorias condiciones de bienestar social y una adecuada
independencia económica en el campo internacional.
Al lado de
los demás partidos, Acción Democrática tiene señalado – por su inflexible
trayectoria revolucionaria y por su capacidad combativa- un papel primordial en
esta decisiva cruzada de la liberación nacional. Y para cumplirlo honrosamente,
propiciamos de la manera más resuelta un permanente estado de rebelión civil,
una indesmayable ofensiva de oposición popular, que mantenga agresivos y
encrespados los ánimos de todos los venezolanos contra la humillación de que
somos víctimas para impedir en todo momento que la dictadura de Pérez Jiménez
se estabilice sin resistencia. Una rebelión de opinión que obligue a las
fuerzas armadas –mediante la poderosa presión de todos- a libertarse también
ellas del deshonroso dominio personalista y sanguinario de Pérez Jiménez,
o que logre abrir ancho cauce para el estallido de una vasta e incontenible
insurrección popular, a fin de que sean las honestas manos del pueblo las que
despedacen implacablemente el ya desquiciado aparato inmoral del absolutismo.
Dentro de
breves días, las masas populares recibirán indicaciones precisas sobre la forma
contundente de iniciar esta nueva y mas activa y beligerante etapa de la
resistencia civil. Y para garantizar que esta sea la acción permanente que
coordine a todos los sectores populares, de todos los demócratas del país,
estamos acelerando la ejecución de las siguientes medidas.
Estamos
implantando con rígida severidad un reajuste organizativo de nuestro aparato
partidista -que tan victoriosamente ha resistido en estos cuatro años las
más tremendas y sanguinarias embestidas de la represión policial y la mas
sañuda represalia moral y económica contra sus militantes- a fin de que
responda con mayor agilidad, más firme resistencia en su contextura interna y
mayor capacidad de movilización sincronizada de las masas, en esta decisiva
batalla contra la dictadura. Por los canales confidenciales del partido están
siendo transmitidas las instrucciones concretas sobre este plan reorganizativo.
Debe responder a la consigna de que “ningún ciudadano podrá considerarse
miembro de Acción Democrática si no milita activamente en su respectivo grupo
político de base”.
Al mismo
tiempo, estamos estableciendo un ágil mecanismo de organización para movilizar
a todos los hombres y mujeres sin partido que se están acercando a nuestras
filas para pedir una activa participación en la lucha por la liquidación de
esta humillante etapa de nuestra historia nacional. Ante ellos, nuestro partido
deberá actuar con gran amplitud de criterio, respetándoles las propias
convicciones ideológicas, pero unificándolos en la lucha común por la
recuperación de la soberanía, con la consigna de que “ningún ciudadano
demócrata, aunque no milite en partido alguno, debe permanecer inactivo en la
presente ofensiva contra la tiranía”.
Luego
propiciaremos con todas las demás fuerzas políticas organizadas un plan de
rebelión civil contra la dictadura. Buscaremos en esa coordinación “acción
coincidente” de tipo práctico, conservando cada partido su independencia
ideológica y su autonomía organizativa interna. Esta coordinación debe
responder a la consigna de que “todas las fuerzas políticas están obligadas a
hacer respetar la soberanía nacional con los medios de que dispongan”.
Finalmente,
debemos inciar con audacia una implacable ofensiva de rebelión civil en todos
los campos de la vida nacional. Todos los partidos, todos los hombres y
mujeres, todos los venezolanos dignos debemos desatar una coordinada y certera
acción multitudinaria hasta lograr oponer a la tiranía en la mortal disyuntiva
de reconocer la soberanía nacional o aniquilar sangrientamente a todo el pueblo
venezolano. Actuaremos realistamente. Con clara conciencia de que nuestro poder
no es otro que el gran poder de un pueblo enardecido porque se le ha vejado y
se le ha humillado brutalmente. Actuaremos sin la menor vacilación. Sabedores
de que el pueblo no tiene armas de guerra porque siempre confió ingenuamente en
que las armas de los cuarteles eran para defenderlo y ahora están siendo
utilizadas en su contra. Pero convencidos de que la gran tragedia política que
entristece a la nación por permite plantearse el dilema simplista de combatir
con armas o no combatir. Porque el patriótico reclamo nacional está concebido
en otra forma inexorable: si no combatimos ahora hasta triunfar, el pueblo será
esclavizado ignominiosamente por tiempo indefinido. El pueblo tiene que
defender ahora mismo su libertad a cualquier precio y con los medios que tenga
en sus manos. El pueblo tiene que combatir con sus propios recursos, los
interminable recursos de la acción de masas, que en nuestro país existen en
condiciones invalorables para la conquista del triunfo. Somos la mayoría de la
nación. Somos todo un pueblo. La dictadura está desasistida de todo respaldo
social y de todo apoyo moral. Una indoblegable decisión de lucha alienta
prodigiosamente nuestros corazones. Una fe desbordante enciende nuestra sangre.
Contamos en resumen, con preciosos factores humanos y morales suficientes paran
dotar nuestra capacidad de combate de un poderío mil veces más fuerte que las
mas aceradas corazas del despotismo.
Caracas 24
de diciembre de 1952
Por el
Comité Ejecutivo Nacional de ACCION DEMOCRÁTICA
Alberto
Carnevali
( Secretario
General)
Comentarios
Publicar un comentario