BRUTAL CONTRASTE

Corría Diciembre de 1968 en la Venezuela democrática. Raúl Leoni llegaba al final de su periodo  presidencial, después de haber sorteado el segundo quinquenio de la naciente democracia venezolana.

Entre asonadas golpistas de militares trasnochados y guerra de guerrillas -financiadas y sostenidas desde La Habana- el gobierno de Leoni había logrado estimular el desarrollo económico, inversión social en educación y salud, infraestructura de carreteras, electricidad y acueductos. Además de un clima de tolerancia política a pesar de la división del partido de gobierno, Acción Democrática.
El Consejo Supremo Electoral, electo por el Congreso Nacional en Septiembre de 1967, compuesto por tres independientes y miembros de cada uno de los partidos mayoritarios, más uno de los minoritarios, componían un cuerpo colegiado presidido por Manuel Rafael Rivero -independiente- y decidido a introducir cambios en el proceso electoral, que garantizaran la confiabilidad del voto y su rápido escrutinio. Para ello se estableció, por primera vez en la historia electoral del país, una sala de computación para procesar las actas de totalización. Enormes equipos IBM que leían tarjetas perforadas -nada similar a la tecnología basada en el micro chip actual- eran la novedad para el país. Se construyó la sede del órgano  electoral en las Torres del Silencio, frente a la Plaza Diego Ibarra. Se apoyó fervientemente  la capacitación y organización de las Juntas Regionales en cada Estado. En suma, se modernizó el viejo aparato electoral que había existido hasta entonces.
Los candidatos fueron: Gonzalo Barrios por Acción Democrática, Luis Beltrán Prieto por el Movimiento Electoral del Pueblo -partido fundado por él y José Ángel Paz Galarraga, después de la separación de Acción Democrática-, Rafael Caldera por Copei, Burelli Rivas por el Frente Democrático Popular y Germán Borregales por el Movimiento Auténtico Nacionalista.
La división de Acción Democrática había convulsionado al país. Sus actores ejecutaron encarnizadas confrontaciones, a veces violentas, que presagiaban un proceso electoral difícil y delicado. Sin embargo, la firme y certera conducción de Raúl Leoni, desde Miraflores, encauzó las pasiones y permitió que los venezolanos llegaran a las urnas en paz y confiando en la equilibrada y eficiente gestión de las elecciones de parte del CSE. Una aspiración general de cerrar un periodo  presidencial y abrir el siguiente en paz ciudadana.
La alocución al país de Raúl Leoni, antes de los comicios, dejó claro su compromiso de entregar el poder "a quien resulte electo, aun por un voto". Demostración fehaciente de su espíritu democrático y actitud pedagógica para una población aún incrédula de la alternabilidad de gobierno y la soberanía popular.
Este probo demócrata contó con la colaboración de unas Fuerzas Armadas realmente comprometidas con la nación, en actitud y compromiso vigilante ante cualquier intento desestabilizador por parte de grupos anárquicos, aún en rebelión.
Iniciada la votación, Leoni instruyó al Alto Mando militar de subordinarse a la autoridad electoral, asegurándose el resguardo del proceso, de acuerdo a las directrices emanadas del CSE. Rivero asume la conducción integral del acto electoral y posterior escrutinio.
Una alta participación, superior al 80% de los inscritos, caracteriza esta elección. Al cierre de cada una de las mesas comienzan a elaborarse  las Actas de Votación, que son trasladadas de cada centro de votación a las Juntas Regionales para su posterior envío a la sede del CSE en Caracas. Un proceso lento y engorroso por tratarse de material voluminoso y frágil. A pesar de ello la estructura responde con la mejor de las voluntades. El tropiezo comienza al  llegar los primeros resultados a Caracas. La diferencia entre los candidatos se hace cada vez más cerrada. Si llegaban las Actas del estado Bolívar,  Barrios aventajaba a Caldera. Al arribar las del andino estado de Táchira, Caldera pasaba adelante y así transcurrió todo el día siguiente a las votaciones y el siguiente también. No era posible emitir un boletín, a pesar de la utilización de los equipos de la sala de totalización, porque el cerradísimo margen no permitía establecer un ganador.
Todo el país impacientemente buscaba una conclusión  y Rivero tuvo que acudir los medios radioeléctricos, en varias oportunidades, para llamar a la calma y exigir paciencia. Carlos Andrés Pérez, entonces Secretario General de Acción Democrática, le presionó amenazando con "sacar la gente a la calle", pensando que se trataba de un voluntario retraso del CSE. Fue fulminantemente confrontado por Rivero, exigiéndole respeto al organismo o de lo contrario se vería en la obligación de hacerlo detener. Así estaban los ánimos de crispados.
La mañana del tercer día estuvo claro que, por la mínima diferencia de 32.000 votos, Rafael Caldera ganaba.  Barrios fue notificado e inmediatamente aceptó el desenlace. Leoni cumplió cabalmente su compromiso, dispuesto a entregar el gobierno al principal partido de oposición, por primera vez en la historia republicana del país. Tres hombres que ejemplifican  lo mejor de los valores democráticos de Venezuela: Raúl Leoni, Gonzalo Barrios y Manuel Rafael Rivero, todos forjados en las luchas civilistas que dieron origen a una democracia ejemplo para el mundo.
Eran tiempos de dignidad y honor. De palabra empeñada y respeto por el contrario. De altura en el decir y en el hacer, sin bajezas soeces que empañan el ejercicio del poder.
Falta hacen estos ciudadanos en los tiempos que corren.

Comentarios

  1. La posicion

    on de Rivero y el apoyo irrestricto de Leoni le causo furia a CAP porque no entendía el momento histórico de alternabilidad y de continuidad basado en los planos legislativos y de planes de la nación. Esto causo un distanciamiento entre Leonistas y CAP que nunca fue zanjada del todo.

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