“Tommy, voy a gritar un ¡Viva Cristo Rey, Viva Cuba Libre!”
Escrito en Testimonios
“Hace 50 años!” (17 de abril de 1961 en La Habana).
El sol se ponía cuando salimos del juicio. Luis Fernández-Caubí fue el
único abogado que se atrevió a defender nuestra causa. El juicio demoró
sólo 20 minutos; lo interrumpió varias veces el ruido de los tanques de
guerra destacados en La Cabaña corriendo hacia Playa Girón: era el 17 de
abril de 1961.
Cuando
iban a fusilar, dejaban solamente en capilla a los condenados a muerte.
El único que sabíamos que ya estaba allí era Carlos Rodríguez Cabo. A
su compañero de causa, Efrén Rodríguez López, le pidieron 30 años. Lo
habíamos dejado en la galera y cuando vino a despedirse de nosotros, muy
apenado, dijo: “Miren, perdonen que les pida esto, pero seguro que
ustedes no regresan. Salúdenme a Carlitos allá”. No pudo seguir
hablando. Nos abrazó llorando.
Caminando
esposados cruzamos el puente levadizo. Abajo, en el foso, un palo
solitario se alzaba delante de unos sacos de arena. Virgilio Campanería
Angel y yo íbamos esposados juntos. Alberto Tapia Ruano venía solo.
Al
llegar a la prisión, desde el patio al otro lado del rastrillo, muchos
compañeros nos saludaron en silencio. Nos pasaron a través de una galera
donde dormían los guardias, hasta llegar a la capilla (galera interior
dividida en cuatro celdas con un pasillo central).
Continuamos caminando por un largo pasillo. Cuatro guardias nos escoltaban. Atravesamos tres rejas con gruesos candados. Al entrar en la capilla, desde una de las celdas, la voz de Efrén, fuerte y decidida, nos saludó: “Parece que me quieren tronar (fusilar) también. Me elevaron la condena de 30 a paredón. Además, Carlitos estaba muy solo y no podía abandonarlo”, agregó riendo Efrén. Compartimos la información que teníamos del desembarco por Playa Girón que apoyaría el movimiento clandestino. Efrén y Carlitos eran de Rescate Revolucionario; Virgilio, Alberto y yo del Directorio Revolucionario Estudiantil. Nos metieron en una celda iluminada por una lámpara de luz fría con dos literas sin colchón y un hueco en el piso que servía de inodoro.
Al
poco rato trajeron a Lázaro Reyes Benítez y a Filiberto Rodríguez
Ravelo, ambos de Güines. Filiberto se había ganado el apoyo de “el
marciano” ya que desde que llegó a La Cabaña insistía en que él era un
extraterrestre y que estaba en contacto permanente con los marcianos.
Después
llegó José Calderín, quien junto a Lázaro y a Filiberto fueron a otra
celda. Por último, Carlos Calvo Martínez; al igual que Virgilio y Tapita
tenía 21 años. Lo acusaron de poner la bomba de El Encanto. Lo metieron
en nuestra celda.
Ya
estábamos todos. Un guardia trajo las sentencias. A mí me conmutaron la
pena de muerte por 30 años de prisión “porque esta gente no va a
fusilar a un menor de edad”, me explicaron todos. Ya no pude seguir
compartiendo los cantos y los chistes de los demás. Me convertí en el
depositario de sus recuerdos, el enlace con la vida. Yo sería el testigo
de su sacrificio.
Pasaron horas. No sé, ahí no existe el tiempo. Rezamos el rosario, todos teníamos rosarios.
Por
fin las tres cerraduras crujieron y pasos de botas resonaron en la
capilla. El sargento Moreno llamó el primer nombre: “Carlos Rodríguez
Cabo”. “Presente”, gritó con voz firme. Dos guardias con fusiles lo
escoltaron hasta la puerta de nuestra celda. Nos abrazamos a través de
los barrotes. Me encomendó a su hija, le dejaba su sortija y dijo:
“ánimo, que tengas suerte”.
Al
rato el sonido de los fusiles FAL llenó la capilla, seguido de un tiro
de pistola. “El sargento Moreno es el que da los tiros de gracia”, me
habían dicho.
Las
tres cerraduras se abrieron otra vez, ahora para Efrén. Respondio:
“Presente”.Me abrazó entre las rejas, le dejaba su fosforera a la esposa
Los FAL sonaron cerca, seguidos de un tiro de gracia.
El tercero fue Virgilio. En el último abrazo me dijo: “Tommy, voy a
gritar un Viva Cristo Rey, Viva Cuba Libre, Viva el Directorio, que le
va a traquetear los cojones. Alberto (Tapita) se abrazó a mí: “Ojalá que
yo vaya después”. Abrazados escuchamos a Virgilio cumpliendo su
promesa, sonaron los FAL y después tres tiros de gracia.
“Alberto Tapia Ruano”, llamó Moreno. “La Virgencita me oyó”, dijo Tapita con alegría. Salió rápido.
Quedamos Carlos Calvo y yo en la celda.
“¿Crees que Tapita contó los tiros de gracia de Virgilio?… Fueron tres.
De todas maneras él lo va a ver en el suelo, no hay tiempo de quitar los
cuerpos entre uno y otro…”, dijo.
El
cuarto fue Filiberto, quien, reconociendo su broma, me confesó: “Ya ni
los marcianos pueden salvarme del trueno (paredón)”. Salió cantando el
Himno Nacional. Le dieron dos tiros de gracia.
“Lázaro Reyes Benítez”. “Presente”. Me abrazó y salió. “José Calderín”. “Presente”. El penúltimo abrazo y salió.
Carlitos
Calvo fue el último. Ya yo conocía toda su vida. Antes de que abrieran
las rejas, me pidió: “Cuenta mis tiros de gracia y me lo dices allá
arriba”.
Fueron ocho en La Cabaña, hace 50 años.
TOMÁS
FERNÁNDEZ-TRAVIESO, ex miembro del Directorio Revolucionario
Estudiantil, fue condenado a 30 años de prisión por el régimen castrista
de Cuba. La publicación en Miami de su obra teatral “Prometeo
Desencadenado” le ocasionó una condena adicional. Cumplió 19 años de
prisión. Actualmente reside en Miami. Recién publicó la novela, “El
Silencio del Ayer”.-
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