Venezuela: todos contra todos


Venezuela: todos contra todos

Escrito en Artículos
Venezuela: todos contra todos
Descarnada descripción de nuestra situación actual por parte del Dr.  Alonso Julio Calatrava Pajares,  ex-alumno lasallista,  brillante médico Neumonólogo,  impresionante por su calidad y dimensión descriptiva, de obligada lectura que invita a profunda reflexión y propósito de enmienda.-
Históricamente, las guerras fueron siempre un problema de bandos. El bando “A” pelea contra el bando “B”, sean estos bandos naciones, razas, o culturas. En cierta forma las guerras se dan como crisis de la polaridad que reina en el Universo.  Son una consecuencia de que la materia milite en bandos, en sociedades de partículas y energía, en ejércitos de “negativos” y “positivos”, en opuestos de luz y de sombras. El Universo es un equilibrio de fuerzas opuestas.

La polaridad es obstinada y rige el comportamiento del cosmos ¿Cómo evitar que la materia y la antimateria colisionen mortalmente si ese es su destino? ¿Cómo sobrevivir al tiempo, si éste ha sido construido para devorarnos? Tiempo y materia son enemigos mortales.

La Historianos acostumbró a que si no hay bandos adversos, contrarios y definidos, no hay guerra. Los conflictos colectivos solo pueden darse en la polaridad. De hecho son una reafirmación de la polaridad.  En el mundo diminuto de Kipling, la guerra solo es posible si el bando de las hormigas rojas se enfrenta al bando de las hormigas negras. Una guerra entre hormigas rojas, guerra interna, solo suele ser parcial, individual, alguna hormiga alebrestada. Más que guerras son desequilibrios aislados. También ocurre entre los hombres: peleas puntuales, por dinero, poder, divorcios, pero no son guerras, son pleitos.


Pero ¿Qué pasa si todos los miembros de una nación forman bandos de un solo hombre y se declaran la guerra? ¿Bandos unipersonales? Cada ciudadano es un bando. Es lo que está ocurriendo en Venezuela: 30 millones de personas  forman 30 millones de bandos: la proclama pudiera ser “El bando soy yo”, superando astronómicamente a Enrique IV. Aunque en apariencia existen dos mitades opuestas y compactas, en la práctica reina la incoherencia y dispersión dentro de los grupos. La tan cacareada polarización es un disfraz.  Estas falsas mitades son sumas de singularidades autónomas. No hay forma que dos o tres personas se pongan de acuerdo. En términos bélicos el  resultado es todos contra todos: vecinos contra vecinos, transportistas contra pasajeros, comerciantes contra proveedores, vendedores contra compradores, pobres contra ricos, gordos contra flacos, médicos contra enfermos, mudos contra parlanchines, rojos contra amarillos, jóvenes contra viejos, para luego ir atomizando el proceso e ir a individuo contra individuo por cualquier razón. Todos seríamos singularidades: un reto conceptual para Stephen Hawking. No hay suficientes características personales que se repitan en un número suficiente de individuos como para formar grupos homogéneos. Todos somos distintos, todos somos enemigos. ¿Todos somos Venezuela? No, nadie es Venezuela. Cualquier asociación humana es portátil y transitoria.

Dado este guión criollo de dispersión ¿Dónde quedan la polaridad y sus leyes, que al menos aseguran que los inevitables conflictos humanos tengan  un final lógico, predecible, y hasta cierto punto natural? La tristeza y el dolor de las guerras de polaridad tienen un atenuante: al final habrá un vencedor. Pero en una guerra “apolar”, de todos contra todos, no habrá ganador, no habrá nada que repartir o celebrar. Es el suicidio de una comunidad, la consumación de la nada.


Venezuela es hoy un conglomerado de personas aisladas; un extraño tejido en el cual desapareció el cemento que unía a las células, y éstas, libradas a si mismo,  se mueven  sin orden ni concierto ¿Qué fuerza o fenómeno, ha logrado convertir a cada venezolano en una entidad solitaria, única, e irreconciliable con sus semejantes sociales? ¿Qué o quién tuvo el suficiente poder para desintegrarnos como sociedad, para disolver ese invisible pegamento que hace de un enjambre una comunidad?  Hay varios candidatos a considerar: el odio, la ignorancia, el egoísmo, la mezquindad, el desamor, la banalidad, la codicia, la ausencia de valores morales, el caos institucional, la excesiva heterogeneidad cultural y étnica, los resentimientos acumulados por décadas, la incompetencia de los sistemas. La supremacía del materialismo sobre el humanismo. Vivimos una crisis espiritual. Después de tomarse unas cuantas jarras de espumosa cerveza bien fría los mejores analistas concluyen que la culpa es del maldito petróleo. Amen… ¡Mesonero, la cuenta! Llegar al diagnóstico preciso es una tarea de Hércules.

Pero es que en el resto del mundo las cosas no están mejor. Jorge Luis Borges profetizó hace décadas que el futuro sería “un mundo de bribones”, justamente lo que tenemos hoy, y un mundo de bribones es un mundo de individualidades egoístas; no hay asociaciones verdaderas, solo hay compinches transitorios. No se forman bandos, se forman bandas. En fin, las guerras de hoy culminan cuando los países se disuelven como azúcar en agua. La historia de las guerras modernas las cuentan los fantasmas.

Estamos frente a un conflicto de afinidades. Si los venezolanos no somos capaces  de unimos alrededor de un parámetro común, si no podemos formar conjuntos sustentables, ni parecernos a algo que pueda repetirse en otros, nuestra energía cinética  nos disparará en direcciones erráticas, arbitrarias, caóticas. Chocaremos como partículas en caos, unos con otros,  hasta agotarnos y destruirnos.

Frente a lo que parece ser un modelo de país no viable, solo quedaría el aborto o la construcción fantástica de un no-lugar, en donde no pueda darse forma alguna, ni singular ni plural, ni guerra ni caos. Nada sucede cuando nada hay.
En ambos casos estamos fabricando la muerte.

Alonso Julio Calatrava Pajares
Médico Neumonólogo

Nota del Autor:
No es esta una visión apocalíptica,… es el Apocalipsis. Claro, en términos literarios, y tan reversible e inverosímil como suele ser todo lo escrito.Sin embargo, los vientos que soplan nos invitan a reflexionar objetivamente, a reforzar nuestra fe, a crecer interiormente, pero a no hacerse ilusiones que estamos simplemente en una crisis, y que ésta se resolverá. Hemos caído en un vacío existencial, espiritual. Habrá desenlace, no solución. Preparémonos para esto: eso es lo inteligente, según creo. Y no perdamos la alegría de vivir, cuya verdadera naturaleza se afianza en la realidad, no en la fantasía.-

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