¿Sí podemos? LUIS UGALDE
Es
muy doloroso reconocerlo, pero vamos derecho al descalabro nacional.
Nada significativo se hará desde el gobierno para evitarlo; tampoco lo
puede hacer la oposición y parece extremadamente difícil que prevalezcan
el realismo, el instinto de supervivencia y la sensatez en actores
decisivos de ambos lados a fin de lograr un aterrizaje de emergencia
evitando que se estrelle el avión nacional, para luego juntos lograr que
vuelva a levantar vuelo, democrática y socialmente. ¿Somos hoy los
venezolanos capaces de llegar a acuerdos imprescindibles para no
estrellarnos? ¿Esta sociedad y los “médicos” en cuyas manos se ha puesto
son capaces de decirse la cruda y dura verdad sobre su enfermedad y
someterse a la cirugía de emergencia para cortar y salvar la vida e
iniciar un tratamiento más largo y coherente? Estamos hablando de
aterrizaje civil –pues en el actual dominio lo militar es parte central
de la enfermedad– y de un proceso en el que es necesaria la
participación civilista y democrática de la Fuerza Armada.
Estos
momentos, de tanta angustia nacional y tanto cinismo gubernamental,
dedicado a negar la realidad de su fracaso e inventar enemigos, causas
externas y guerras o simplemente a contar cuentos de hadas predicando
éxitos falsos, ocultando monstruosas corrupciones, son también propicios
para el desánimo y el fatalismo casi determinista: los venezolanos no
podemos controlar este avión en caída libre y solo queda cerrar los ojos
y rezar. Lo que no es verdad y mucho menos es la solución. Los venezolanos podemos y debemos evitar la catástrofe y para ello por encima de todo hace falta sinceración y realismo.
A
la muerte de Gómez parecía imposible que el ala gomecista más
dictatorial y armada pudiera ser derrotada Y era impensable que el
ministro de la Defensa López Contreras tuviera la decisión, la
inteligencia, el instinto de conservación y la astucia para hacerlo y
para llamar del exilio y de la oposición interna a hombres claves para
su gabinete y para el sorprendente Programa de Febrero. Asombroso. Aunque después se dieran frenazos y retrocesos, en
definitiva se avanzó hacia la democracia, sin violencia mayor y sin
guerra civil. Tenemos otros casos como el salto del plebiscito
dictatorial de diciembre de 1957 al democrático 23 de Enero del mes
siguiente. Ahora también podremos, si cuanto antes reconocemos el
dramático dilema que vive el país en el cual no hay salida sin realismo,
sinceración y cambios de fondo.
La base del problema es económica. Vivimos un caos planificado para destruir el capitalismo y el éxito es tal que se va destruyendo la sociedad. La base de la solución es el acuerdo para
una cirugía mayor en la economía, con terapia inclusiva en lo social.
Desde el gobierno se planificó y se aplicó –con el uso y abuso del
Estado– la economía estatal de rentismo petrolero distributivo. Con base
en gasto público abundante, derrota y desaparición de la empresa
privada sustituida por la estatal sin productividad, dólares sin límites
para la importación e ideología regaladora de felicidad suprema. Es la
fórmula suicida que nos ha llevado a esta situación terminal: sin
producción, sin dólares suficientes y un gasto público que es una
fábrica de inflación. El desastre económico arrastra irremediablemente
lo social y lo político. En su angustia el gobierno radicaliza la
criminalización de todo opositor y públicamente se cuelgan fotos de
dirigentes, señalados criminalmente como “trilogía del mal”, para
producir el deseo de matarlos o celebrar su persecución y eventual
asesinato.
Sería
trágico que dentro de un mes esta política desastrosa se sintiera
favorecida y respaldada en las elecciones. Para lo cual bastaría una
alta abstención de opositores o su división; el resto lo haría el
gobierno con los acostumbrados métodos ilegales. Es
obvio que se necesita la derrota electoral de este caos planificado,
pero no basta: la recuperación de la república pasa por una nueva y
drástica conciencia nacional con medidas de sinceración muy dolorosas
con apertura económica, con fuerte devaluación (ya es una realidad) y
fomento de la inversión, diversificación y trabajo productivo, junto con
saneamiento implacable de las actuales cloacas públicas,
legitimadas en nombre del socialismo. En esa emergencia harán falta
políticas compensatorias decididas y eficaces para no castigar más a los
pobres y engañados.
Soy de los que creen que sí podemos, si hacemos verdad el “sí queremos”
que sacuda la conciencia de la gran mayoría de los venezolanos (no
importa su color político) y la disponga a dar lo mejor de sí. Los
poderes Ejecutivo, Electoral, Judicial, Moral, Legislativo y la FANB
deben ser renovados constitucionalmente y restituir a cada uno su
carácter y función específica. De que podemos, podemos, si hay voluntad.
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