Una Reflexión Escrita Por Un Joven Venezolano
Viví en Caracas durante dieciséis años.
Caí preso en las marchas estudiantiles del año 2007 a favor de la
libertad de expresión, fui víctima de un secuestro Express y meses
después víctima de treinta motorizados, los cuales, además de darme
una golpiza, destruyeron mi auto.
Después de estos hechos desconcertantes, decidí tomar un avión sin
boleto de regreso.
Ahora trabajo en un bar. en un lugar perdido de Europa, día a día, sin
descanso… La gente que pasa me pregunta si extraño a mi país y si
algún día volveré.
A todos les respondo que no, que nunca más.
Ante esta dura afirmación, muchos se entristecen y me dicen que soy
demasiado joven para sentenciar tal cosa.
Tomando el consejo que me dan, intento despistar mi adversidad y me
pregunto: “¿amo a mi país?”
La única respuesta es un “¿Por qué debería?”
Retomo apuntes mentales y me pongo a pensar en mi infancia y mi
adolescencia, en los hechos de mi vida allá y me doy cuenta de que no,
de que no lo extraño en lo más mínimo y no volvería con o sin el
actual gobierno “bolivariano”.
¿Por qué?
Mi país me enseñó que quien trabaja, sueña y se esfuerza, termina mal:
la idiosincrasia del venezolano está basada en la picardía. Es alabado
aquel que se comporta como un oportunista y el honrado que se
esfuerza, es descaradamente rechazado.
Mi país me enseñó que la vida de ningún hombre vale nada: en las
calles matan semanalmente un centenar de personas, en el este y el
oeste de la capital, con impunidad total, sin estar en guerra, sin
justificaciones razonables.
Mi país me puso una pistola tres veces en la cabeza y tres veces tuve
la certeza de que moriría, entregándome a ella, sintiéndome en el
absurdo de que moriría como un perro porque así morimos hoy los
venezolanos
Mi país me enseñó que es peligroso tener un automóvil propio, vestirse
bien o hablar educadamente, con un acento diferente: cualquier excusa
es buena para robarte o secuestrarte o matarte..
Soy el hijo de un italiano y una venezolana de izquierda. Me enseñaron
valores socialistas desde pequeño.
Más que catalogarlos en una ideología, debería llamarlos humanos.
Valores congruentes al humanismo, como que todos deberíamos tener las
mismas oportunidades, los mismos derechos.
Como que todos deberíamos tener la posibilidad de ascender, porque no
es culpa del individuo sino del sistema actual que está podrido.
Mis padres me enseñaron que no todos somos iguales pero todos, de
donde sea que vengamos, cual sea nuestra educación, valemos lo mismo y
eso debe respetarse para poder vivir en armonía y progresar.
Eso me enseñaron en casa pero mi país me hizo racista y clasista, al
punto de que veía un negro mal vestido y con jerga callejera y le
tenía miedo, desconfianza. Por lo mismo, que parte de la idiosincrasia
venezolana me hizo sentir que todo aquel que era pobre, era un
posible criminal.
Trabajando como mesonero en Europa, gano como debería ganar un
profesor allá (no como gana).
Y no tanto lo que gano sino el poder adquisitivo que existe: un sueldo
mínimo me ayuda a vivir en una habitación con servicios pagos y comer
bien durante un mes, cosa que allá sería imposible haciendo el mismo
trabajo.
Un estudiante de clase media aquí tiene una vida digna, con un
transporte público que se conecta con toda la ciudad, precios
favorables en ropa, comida y materiales de estudio. Cosas tan precisas
para el bienestar del Hombre, en mi país ya ni siquiera se proponen.
Es impresionante.
Una clase social dividida en extraños estratos: la pobre, que vive en
los barrios; la media, que va en extinción y gasta dinero en cosas
desproporcionadas e innecesarias, como ir a lugares de moda a no hacer
nada; la rica, que sobrevive a los ataques actuales del comunismo
bolivariano; y la nueva rica, que acelera su enriquecimiento por parte
de los dirigentes del mismo gobierno bolivariano.
Se han perdido valores necesarios, como leer un buen libro, viajar por
conocer, luchar porque las cosas cambien.
Por eso no tenemos ni tendremos nunca un Nóbel escritor.
No tenemos ya bases suficientes a nivel educativo ni de valor humano.
Pero la cosa que no le perdonaré nunca a Venezuela Bolivariana es que
me enseñó a tener miedo.
Miedo de salir a la calle de noche, de ir caminando a comprar
cualquier cosa. Miedo de reprender a dos ladrones que roban a una
muchacha a plena luz del día. Miedo a volver todas las noches de la
universidad a mi casa porque, entrando, podrían secuestrarme o
asesinarme para llevarse el auto.
Todo ese miedo que me enseñó mi país, lo convertí en rabia.
Una rabia amarga e insoportable que me hace no querer volver nunca más.
Una rabia donde metí mis militancias políticas donde creía que un
mundo mejor era posible, donde guardé mis sueños de vivir de playa y
ciudad a veinte minutos de distancia, donde dejé solo el cariño hacia
mis conciudadanos. Una rabia que me hizo cínico ante cualquier
idealismo joven e inocente.
Un cinismo como la imagen del Che, como las canciones de Lennon, las
de Silvio Rodríguez, de las Madres de Plaza de Mayo. Tan contrarias a
las de la Primavera de Praga, las de las fuerzas Aliadas haciendo
Jaque Mate a Hitler, el valor , el rostro de Rómulo Betancourt
llevándonos a la democratización, el sentido de mi amado Bolívar, la
fuerza de Francisco de Miranda y las ideas del Ilustrismo.
El Gobierno “bolivariano” acabó con cualquier decencia, con cualquier
pedazo bueno que tiene la juventud, ocasionando un vacío ridículo y un
cinismo aún mucho más grande.
Estoy seguro que las cosas allá no cambiarán ahora ni nunca.
Estaban mal antes de este gobierno. Empeoraron demasiado, pero ahora
se empeñan en echar culpas (¡después de 10 años!) de poder total y
descomunales ingresos… no les interesa resolver nada, sólo destruir.
Después de esto (suponiendo que exista un después), habrá cada vez más caos.
Nuestros dirigentes, gobierno y oposición, parten del principio de la
picardía y lo que buscan es dinero y protagonismos.
Ninguno tiene bolas para dejar la piel en el asfalto porque ninguno
realmente quiere una República. Aquellos valores de pureza, honor y
verdad, están menospreciados. Por eso nuestros militares reciben dinero
y cumplen órdenes sin chistar.
El gobierno “bolivariano” cierra radios y medios de comunicación
atentando contra la libertad de expresión para que nadie se entere de
la cruda y triste realidad mientras el mundo mira hacia otro lado..
La culpa no está sólo en ese ignorante que nos comanda sino tambien en
las bases que parten de un mal principio de nuestra equivocada
sociedad
Nada de esto lo digo para crear un debate ni para intentar que me
cambien la visión.
No lo digo para que me cataloguen en una izquierda o en una derecha.
Lo digo como alguien que ahora es externo y a quien no le interesa en
lo más mínimo lo que ocurra.
Dejé de interesarme hace tiempo, sin quererlo.
Entonces no, no extraño ni extrañaré nunca aquel caos injusto de donde vengo.
Caí preso en las marchas estudiantiles del año 2007 a favor de la
libertad de expresión, fui víctima de un secuestro Express y meses
después víctima de treinta motorizados, los cuales, además de darme
una golpiza, destruyeron mi auto.
Después de estos hechos desconcertantes, decidí tomar un avión sin
boleto de regreso.
Ahora trabajo en un bar. en un lugar perdido de Europa, día a día, sin
descanso… La gente que pasa me pregunta si extraño a mi país y si
algún día volveré.
A todos les respondo que no, que nunca más.
Ante esta dura afirmación, muchos se entristecen y me dicen que soy
demasiado joven para sentenciar tal cosa.
Tomando el consejo que me dan, intento despistar mi adversidad y me
pregunto: “¿amo a mi país?”
La única respuesta es un “¿Por qué debería?”
Retomo apuntes mentales y me pongo a pensar en mi infancia y mi
adolescencia, en los hechos de mi vida allá y me doy cuenta de que no,
de que no lo extraño en lo más mínimo y no volvería con o sin el
actual gobierno “bolivariano”.
¿Por qué?
Mi país me enseñó que quien trabaja, sueña y se esfuerza, termina mal:
la idiosincrasia del venezolano está basada en la picardía. Es alabado
aquel que se comporta como un oportunista y el honrado que se
esfuerza, es descaradamente rechazado.
Mi país me enseñó que la vida de ningún hombre vale nada: en las
calles matan semanalmente un centenar de personas, en el este y el
oeste de la capital, con impunidad total, sin estar en guerra, sin
justificaciones razonables.
Mi país me puso una pistola tres veces en la cabeza y tres veces tuve
la certeza de que moriría, entregándome a ella, sintiéndome en el
absurdo de que moriría como un perro porque así morimos hoy los
venezolanos
Mi país me enseñó que es peligroso tener un automóvil propio, vestirse
bien o hablar educadamente, con un acento diferente: cualquier excusa
es buena para robarte o secuestrarte o matarte..
Soy el hijo de un italiano y una venezolana de izquierda. Me enseñaron
valores socialistas desde pequeño.
Más que catalogarlos en una ideología, debería llamarlos humanos.
Valores congruentes al humanismo, como que todos deberíamos tener las
mismas oportunidades, los mismos derechos.
Como que todos deberíamos tener la posibilidad de ascender, porque no
es culpa del individuo sino del sistema actual que está podrido.
Mis padres me enseñaron que no todos somos iguales pero todos, de
donde sea que vengamos, cual sea nuestra educación, valemos lo mismo y
eso debe respetarse para poder vivir en armonía y progresar.
Eso me enseñaron en casa pero mi país me hizo racista y clasista, al
punto de que veía un negro mal vestido y con jerga callejera y le
tenía miedo, desconfianza. Por lo mismo, que parte de la idiosincrasia
venezolana me hizo sentir que todo aquel que era pobre, era un
posible criminal.
Trabajando como mesonero en Europa, gano como debería ganar un
profesor allá (no como gana).
Y no tanto lo que gano sino el poder adquisitivo que existe: un sueldo
mínimo me ayuda a vivir en una habitación con servicios pagos y comer
bien durante un mes, cosa que allá sería imposible haciendo el mismo
trabajo.
Un estudiante de clase media aquí tiene una vida digna, con un
transporte público que se conecta con toda la ciudad, precios
favorables en ropa, comida y materiales de estudio. Cosas tan precisas
para el bienestar del Hombre, en mi país ya ni siquiera se proponen.
Es impresionante.
Una clase social dividida en extraños estratos: la pobre, que vive en
los barrios; la media, que va en extinción y gasta dinero en cosas
desproporcionadas e innecesarias, como ir a lugares de moda a no hacer
nada; la rica, que sobrevive a los ataques actuales del comunismo
bolivariano; y la nueva rica, que acelera su enriquecimiento por parte
de los dirigentes del mismo gobierno bolivariano.
Se han perdido valores necesarios, como leer un buen libro, viajar por
conocer, luchar porque las cosas cambien.
Por eso no tenemos ni tendremos nunca un Nóbel escritor.
No tenemos ya bases suficientes a nivel educativo ni de valor humano.
Pero la cosa que no le perdonaré nunca a Venezuela Bolivariana es que
me enseñó a tener miedo.
Miedo de salir a la calle de noche, de ir caminando a comprar
cualquier cosa. Miedo de reprender a dos ladrones que roban a una
muchacha a plena luz del día. Miedo a volver todas las noches de la
universidad a mi casa porque, entrando, podrían secuestrarme o
asesinarme para llevarse el auto.
Todo ese miedo que me enseñó mi país, lo convertí en rabia.
Una rabia amarga e insoportable que me hace no querer volver nunca más.
Una rabia donde metí mis militancias políticas donde creía que un
mundo mejor era posible, donde guardé mis sueños de vivir de playa y
ciudad a veinte minutos de distancia, donde dejé solo el cariño hacia
mis conciudadanos. Una rabia que me hizo cínico ante cualquier
idealismo joven e inocente.
Un cinismo como la imagen del Che, como las canciones de Lennon, las
de Silvio Rodríguez, de las Madres de Plaza de Mayo. Tan contrarias a
las de la Primavera de Praga, las de las fuerzas Aliadas haciendo
Jaque Mate a Hitler, el valor , el rostro de Rómulo Betancourt
llevándonos a la democratización, el sentido de mi amado Bolívar, la
fuerza de Francisco de Miranda y las ideas del Ilustrismo.
El Gobierno “bolivariano” acabó con cualquier decencia, con cualquier
pedazo bueno que tiene la juventud, ocasionando un vacío ridículo y un
cinismo aún mucho más grande.
Estoy seguro que las cosas allá no cambiarán ahora ni nunca.
Estaban mal antes de este gobierno. Empeoraron demasiado, pero ahora
se empeñan en echar culpas (¡después de 10 años!) de poder total y
descomunales ingresos… no les interesa resolver nada, sólo destruir.
Después de esto (suponiendo que exista un después), habrá cada vez más caos.
Nuestros dirigentes, gobierno y oposición, parten del principio de la
picardía y lo que buscan es dinero y protagonismos.
Ninguno tiene bolas para dejar la piel en el asfalto porque ninguno
realmente quiere una República. Aquellos valores de pureza, honor y
verdad, están menospreciados. Por eso nuestros militares reciben dinero
y cumplen órdenes sin chistar.
El gobierno “bolivariano” cierra radios y medios de comunicación
atentando contra la libertad de expresión para que nadie se entere de
la cruda y triste realidad mientras el mundo mira hacia otro lado..
La culpa no está sólo en ese ignorante que nos comanda sino tambien en
las bases que parten de un mal principio de nuestra equivocada
sociedad
Nada de esto lo digo para crear un debate ni para intentar que me
cambien la visión.
No lo digo para que me cataloguen en una izquierda o en una derecha.
Lo digo como alguien que ahora es externo y a quien no le interesa en
lo más mínimo lo que ocurra.
Dejé de interesarme hace tiempo, sin quererlo.
Entonces no, no extraño ni extrañaré nunca aquel caos injusto de donde vengo.
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