Preocupados por Japón y ocupados de Libia.

Los acontecimientos catastróficos ocurridos en Japón nos imponen, en franca solidaridad humana, estar preocupados por el destino de esa gran nación. Las fuerzas de la naturaleza desbastaron mucho de lo construido con tesón y esfuerzo. El llamado "milagro japonés" fue el resultado del trabajo creador del pueblo nipón, después de la tremenda destrucción dejada por la Segunda Guerra Mundial, con la ayuda de sus archi-enemigos de los Estados Unidos. Así quedó demostrada la fuerza de la sociedad japonesa, para recuperarse de las peores calamidades, y la generosidad del pueblo norteamericano frente a sus enemigos de la guerra.
Hoy presenciamos, aturdidos, como la fuerza de la naturaleza destruye, en minutos, lo que costó décadas en construir. Una reflección para quienes olvidan la fragilidad humana.
Pero en paralelo constatamos, atónitos, el genocidio cometido contra el pueblo Libio por uno de los más sanguinarios gobernantes habidos en la historia. Montado en el poder por un golpe de estado, por más de 40 años ha perseguido y martirizado toda oposición a su régimen, impidiendo la democratización de la nación libia. Sus desafueros y crímenes llegaron a cruzar las fronteras libias para convertirse en un terrorista internacional. Acabó con los sueños de dos generaciones de libios que aspiraban libertad y mejor vida.
Hoy, el mundo debe ocuparse, con mucha fuerza y decisión, del drama que se vive en Libia. No podemos permitir que por nuestra preocupación por Japón dejemos de ocuparnos de Libia y su destino.

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